22 de julio de 2013

El género

Quizá lo que buscamos es el género. La manifestación de una sexualidad que no podemos conocer y que nos sorprende, con sus ángulos imprevistos y sus irrepetibles retratos. El cuerpo que reacciona y exige un albedrío, una nueva identidad que nos convoca a una forma más simple. La razón diluida en sustancias corporales que nos desplazan la conducta. La anatomía que se instala en un borde curvilíneo, conjugando un lenguaje inaudible que establece nuestras diferencias. Vocablos de una atracción impersonal; palabras incapaces de una estética. A lo mejor buscamos eso.

16 de julio de 2013

La magnitud de un desencuentro

Recibí la calificación y un peso me descendió sobre el estómago. El lujo de un buen estudiante quizá, una vana e innecesaria ambición, pero recibir esa calificación, habiendo esperado otra, más alta, cayó dentro de mí como el remordimiento en el que la cólera se instala, sorda y con su hiel. El trabajo – ingenuidad arpía – había sido infalible: los reportes, perfectos; el examen, correcto, dentro de lo que cabe esperarse en este criterio ajeno. Ciertamente ajeno.

Recorrer las páginas marcadas con mi caligrafía y esos símbolos del error inequívocos, indolentes, terminales, repasó los surcos de mi estómago con malsana insistencia. Las razones con que el tutor despejó el colapso de mi puntaje terminaron por congregarse en un timbre plano, sonidos de un lenguaje incapaz de conjugar explicaciones. Sus ejemplos se desgranaban en exactitudes que me son esquivas, extrañas y que me hablaban de una sola incomprensión. En esta novedad de ciudad, de idioma, de cultura, pasados la ilusión y el asombro, la magnitud de un desencuentro permanece.

No en vano se me cae y se me quiebra el humor frente a interlocutores impasibles; o me hiere una intención expresada con demasiada fuerza, el celo de un individualismo; o la previsión excesiva me hastía una precariedad que no conocía y que me enorgullece y me identifica. Patrones de conducta que alínean a la gente como a soldados serviles de una lógica perfecta y antihumana, me espantan el entendimiento. ¿Dónde quedaron las tardes acaloradas y en la sombra, la exuberancia derrochada, los mangos que se pudren en el suelo?

Y este idioma, este cerrado idioma.

Nadie me obligó a venir, es cierto. Nadie me obligó a salir. Bebe también tragos amargos el que calma su sed por descubrir el mundo.

7 de julio de 2013

The More Loving One / El más amoroso

Looking up at the stars, I know quite well 
That, for all they care, I can go to hell, 
But on earth indifference is the least 
We have to dread from man or beast.

How should we like it were stars to burn 

With a passion for us we could not return? 
If equal affection cannot be, 
Let the more loving one be me.

Admirer as I think I am 

Of stars that do not give a damn, 
I cannot, now I see them, say 
I missed one terribly all day.

Were all stars to disappear or die, 

I should learn to look at an empty sky 
And feel its total dark sublime, 
Though this might take me a little time.


Selected Poems (1979), W.H. Auden

*     *     *


Mirando las estrellas, sé muy bien

que no les importo en lo absoluto
pero en la tierra la indiferencia es lo de menos:
hay que temer de los hombres o las bestias.

¿Acaso nos gustara que ardieran las estrellas

con una pasión no respondida por nosotros?
Si la igualdad en el afecto es imposible
que sea yo el más amoroso.

Admirador como creo que soy

de estrellas a las que nada importa
mirándolas ahora no podría decir
que he extrañado a alguna todo el día.

Si desaparecieran o murieran las estrellas

aprenderé a mirar vacío el cielo
y a sentir su oscuridad total sublime
aunque me tome algo de tiempo.


Poemas escogidos (1979), W.H. Auden

15 de mayo de 2013

Elegía para Hugo Chávez

Oh patria mía, patria querida, voy a la guerra a luchar por ti.

La resonancia del verso en mi cabeza

con cosas dentro de mí que desconozco.
La canción
encerrada en el limbo
que la memoria guarda a quienes mueren
en el centro de una historia incompleta.

Vieja canción de los soldados tanquistas de Venezuela, que aprendí de casi niño todavía y aquí la llevo en el alma.


El hombre reducido a lo primero

a una pelea
a que la vida se aferra
sorprendida en el avance
de un fiero cáncer insistente.

Al rumor de clarines guerreros, ocurre el blindado, ocurre veloz.


El Presidente en despedida

que canta y levanta sus manos
y en un gesto
devela a la nación su soledad
desarticulado el poder
en las venas que la muerte conquista.

Con celosos dragones de acero que guardan la patria que el cielo nos dio.


Y sus palabras me alcanzan.

Tanto celo
por el principio que se obstinó en desplazar
con esa idea vertical
que resuena
- como resuenan los versos que canta -
en la salvaje galería
en la que el pasado respira todavía
coronel fatídico
insignia del mismo estandarte
costuras finalmente arrebatadas;
tanto celo
y he aquí que sus palabras me alcanzan
que el timbre de esa patria
me sacude el corazón
como si la memoria
perdiera la reacción
a la palabra reforma
en este duelo anticipado
de un liderazgo camino del sepelio.

Patria, patria, patria querida, tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol. Patria, tuya es mi vida, tuya es mi alma, tuyo es mi amor.


Desprendiéndose así

estirada su mano 
como si a la patria se aferrara
se despide esta telúrica presencia
separándonos
dejándonos el uno frente al otro
en una mutua mirada incomprendida
que reconoce al que tiene frente a sí
como a otro
al que no entiende.