23 de febrero de 2009

La hipocresía de Nicolás Sarkozy

Preámbulo

El 15 de Febrero de 2009 se celebró en Venezuela un referéndum cuyo propósito era el de someter a consulta popular una enmienda constitucional propuesta por el presidente Chávez que permitiría la reelección indefinida de quiénes ocuparan cargos de elección popular. En palabras más simples, todo aquel funcionario que fuera electo por el voto directo de los venezolanos podría ser reelegido por períodos sucesivos de manera ilimitada, de aprobarse dicha enmienda.

En el contexto de la victoria electoral que supuso la jornada del 15-F para el presidente Chávez, el primer mandatario francés, Nicolás Sarkozy, envió una nota de felicitación al líder venezolano. En ella saludó el triunfo de su proyecto de enmienda con las palabras que encabezan esta nota.

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- Nicolás Sarkozy: "Me alegra el buen desarrollo del escrutinio marcado por una fuerte participación que atestigua, una vez más, la vitalidad de la democracia en Venezuela" (sábado 21 de Febrero de 2009) -

Si de alguien esperaría alguna forma de crítica o de escepticismo a la idea de la reelección indefinida, sería del presidente del gobierno francés. Un gobierno sobre el que pesa el legado de una revolución verdadera, de la memoria de una lucha contra el poder absolutista. La representación responsable de un pueblo que hace siglos se opuso a un sistema con el que las instituciones venezolanas del día guardan un temible parecido.

Francia es, hoy por hoy, uno de los países más influyentes del mundo. En siglos anteriores el colonialismo francés se hizo sentir a todo lo largo y ancho del globo terráqueo. Muchos países del mundo conservan el francés como lengua oficial, entre ellos una buena parte de la comunidad africana, dependencias en América, en Indochina y en el Océano Pacífico. En naciones como Marruecos y el Líbano las escuelas enseñan a sus estudiantes en francés y en árabe por igual. Francia ocupa uno de los cinco asientos permanentes del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas y es, como todo el mundo sabe, uno de los veintisiete miembros de la Unión Europea. Membresía que hace menos de dos meses detentaba la presidencia de la Unión.

Uno diría que el gobierno a cargo de un país con semejante trayectoria domina ciertos conceptos base de la política. Conceptos sobre los que se levantan los sistemas democráticos, sobre los que se levanta su propio sistema. No parece ser el caso.

El presidente Sarkozy, en un gesto que acaso buscara mostrar la buena voluntad entre su país y Venezuela, excede el vocabulario de su felicitación. Se entiende que un presidente salude la victoria de su homólogo. Se entiende que un presidente reconozca los resultados de la contienda electoral del país amigo (siempre que se atenga a la ley dicha contienda) y que la agenda continúe, incluyendo los cambios refrendados. Lo que escapa a la comprensión de toda persona que se llame a sí misma demócrata, que defienda alguna cuota de pluralismo, que crea en la "alternabilidad republicana" y que acepte que el sistema debe sobrevivir al hombre y no debe construirse sobre el ejercicio del poder por una sola persona (sea ésta de izquierda, de centro o de derecha), es que se hable de "vitalidad" en la democracia venezolana.

La democracia venezolana está muerta, presidente Sarkozy. Hace años que la "vitalidad" de la que usted se proclama testigo, está extinta. De esto pueden hablar mejor millones de venezolanos que sus asesores en el Palacio del Elíseo. Modere su lenguaje y tenga memoria, presidente Sarkozy. La democracia es más que una jornada electoral. La democracia es el espacio en que cada voz se escucha, en que cada discurso se transmite. En una democracia la mayoría tiende el camino que incluye (y no aplasta) a la minoría. En un sistema democrático, poderes públicos independientes ofrecen al pueblo distintas instancias de representación, a su vez independientes, que funcionan para servirlo; y no se subordinan al unísono a una sola pauta indiscutible. La democracia depende de muchas garantías frágiles cuyas rupturas, por sí solas, la anulan; aunque seamos capaces de vivir en el híbrido que queda. Una contienda electoral, en sí misma, ofrece conclusiones limitadas.

Al presidente Sarkozy parecen bastarle unas elecciones llevadas bien a término para declarar democracia. El mero gesto de presionar un botón y depositar una papeleta en una caja. Pasa por alto la coerción del voto, la propaganda desmedida que financian recursos que no deben financiarla, el discurso peyorativo al que se opone y la represión al que protesta. Le bastan la emisión de un resultado y el que acepten ambas partes (no le dice nada el hecho de que sean sólo dos las partes), sin leer bien el mensaje de dicha aceptación. Un mensaje que se entiende, en Venezuela, como la realidad de que el Chavismo es mayoría. De que son más quiénes quieren la reelección indefinida, quiénes escogen la exclusión. El mensaje de una democracia que parece aceptar ella misma su condena.

Francia, de su lado, tiene sus propios problemas. Enfrenta una crisis económica que no causó y cuyas consecuencias dejan a muchos franceses sin trabajo. Las plantas cierran, las empresas hacen drásticos recortes de sus nóminas. Dependencias como Guadalupe protestan la inequidad de los salarios y del nivel de vida. El presidente Sarkozy tiene sus manos llenas. No seré yo quien critique su gestión haciendo un ejercicio de contestación que no acostumbro. Pero no pasará por debajo de mi mesa un lenguaje descuidado que ofende mi condición de venezolano, mi calidad de demócrata.

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- Nicolás Sarkozy: "Seguir adelante con los esfuerzos (...) de una mayor justicia social" (sábado 21 de Febrero de 2009) -

En el mes de Enero de 2009 se registraron, sólo en Caracas, más de trescientos homicidios. ¿Qué justicia social conoce el presidente Sarkozy? ¿Qué esfuerzos llama a que sigan adelante?

15 de febrero de 2009

El gesto cotidiano del Chavismo

- Cilia Flores: "Vamos a acatar el resultado del CNE" (domingo 15.02.2009) -

Mi nombre es Yuruan García Rangel y soy venezolano.

Esta afirmación en sí misma debería acreditar la reflexión que seguirá debajo acerca de las palabras de la diputada Cilia Flores con motivo del referéndum sobre la Enmienda Constitucional previsto para este domingo 15 de Febrero de 2009. Digo que "debería" y no directamente que "acredita" porque la diputada Flores me hace dudar la vigencia de las instituciones políticas a las que estamos acostumbrados los venezolanos. Instituciones tan sencillas como el debate y la crítica; y tan complejas como el Poder Electoral y el Poder Legislativo de un sistema republicano.

Cuando la presidenta de la Asamblea Nacional de un país, es decir, la representante de un Poder Legislativo, establece que "vamos a acatar el resultado del árbitro electoral" deja abierto el compás de una duda inaceptable: ¿es que existe la posibilidad de que no se acepte el resultado? La diputada Flores parece haberse olvidado, por un momento, de que es la presidenta de nuestra Asamblea Nacional. Parece haberse olvidado de que es siquiera diputada. No es una función de la Asamblea decidir si se acata o no el resultado del CNE. Es función de la Asamblea acatar el resultado del CNE y punto. Es función de cualquier poder público acatar el resultado del CNE y punto. ¿Por quién nos toma la diputada Flores? ¿Por imbéciles?

La diputada Flores se olvida, en su declaración, de la esencia misma del cargo que detenta. Un diputado discute y escribe la ley, promoviendo el debate de cuyo seno debe emanar la norma que rige todos los aspectos de la vida del colectivo. Un diputado debate. Y cuando un diputado declara, como tal, que se acatará este o aquel resultado, lo hace como producto de una discusión inherente a su función de parlamentario: lo declara después de haberlo debatido. ¿Es que la diputada Flores debatió el acatar o no el resultado del CNE? ¿Es que tal cosa puede debatirse? De nuevo el ejercicio de una función que no le corresponde.

El Chavismo desafía cada día las bases de la democracia. Unas bases que creíamos estaban seguras, que nadie discutiría por ser el cimiento mismo del sistema. Cuando se hacen declaraciones como ésta de la diputada Flores y se pasan de largo, como un comentario propio a la contienda electoral del día, debe entenderse que no quedan bases democráticas a salvo. Que la mera función de uno de los cinco poderes públicos está sujeta a un debate que en sí mismo es ilegal pero que se asimila, entre tantas barbaridades políticas, como una declaración de prensa de rutina. Un debate que, por lo demás, insulta: si el diputado del sistema democrático discute el acatar un resultado electoral, hay algo en el adjetivo "democrático" que no corresponde. Eso precisamente es no ser democrático. Aquéllos que mantienen un conjunto de principios políticos que incluyen a las minorías y reconocen a las mayorías, que insisten, a pesar de su propio gobierno, en llamarse demócratas, caen en una contradicción. Serán algo incompatible.

Mi propia condición de demócrata no tolera semejante concepción. No tolera las declaraciones de la diputada Flores: diputada, no me insulte. Usted, como miembro de la Asamblea Nacional, como presidenta de la misma, más que un deber tiene la obligación moral de respetar la ley. No sólo en no incumplirla sino en no irrespetarla. Preste atención al verbo. Usted la discute, usted forma parte del proceso que la crea. Si usted no la respeta, ¿qué espera de los venezolanos que han quedado excluidos del sistema educativo y cuya formación no alcanza una buena comprensión de los códigos de nuestro sistema? ¿Espera usted que ellos sí la respeten? Lo encuentro difícil si ponen algo de atención a usted y a lo que dice.

La democracia de la diputada Flores no es la democracia que conozco. Y si el público cede y abandona su propio lenguaje (el único lenguaje que tenemos, con palabras en castellano de significado preciso) a declaraciones como ésta en cuestión, yo no formaré parte. Y protestaré la palabra chavista hasta en la declaración más rutinaria. No pienso ceder un paso a la destrucción del lenguaje y al desastre de conceptos que le sigue y al que el Chavismo, a fuerza de contradicciones cotidianas, pretende acostumbrarnos.