12 de julio de 2014

De una nube

En una espiral transparente
el vapor se levanta
surcando del aire
su coordenada vertical
interponiendo 
entre él y nosotros una altura
una distancia
una respiración ascendente.

Remontando la atmósfera
la presión se desgrana
y en un débil aliento
atajado el deseo
de querer escaparse del planeta
se condensa y detiene el ascenso
en diminutas guirnaldas de plata.

Y quedan allí suspendidas
sujetas en su estela de inasibles nelumbos
a los bailes alisios de la altura,
macerando el contenido de la nieve y la lluvia,
congregando la fuerza de tormentas y de rayos
en gradientes de blanco y de gris.

Con su forma de nube
y una cara entre el aire y el sol
esta lenta cadencia de nimbos
esparce sus fuentes de luz
en aguas de seda imposible
y su lánguido tránsito
es el celo de cuerpos estelares que se esconden
vedando la desnudez del infinito.

Sobre el metal indisoluble de los cirros
entre cristales de perla
separados por las distancias del suelo
nos reencontramos en los recintos del aire
en esta respiración compartida
que nos une
en el diáfano lenguaje
de estos celestes silencios.