7 de mayo de 2010

Yo no quiero una Sexta República

En la entrada del túnel de La Trinidad, sobre las defensas del hombrillo, hay un grafiti que dice: "ni que fueras chavista: no te colees!", firmado por una tal "Sexta República". El mismo grafiti se repite en la calle que baja de El Hatillo. Es uno de esos grafitis preparados con molde, de modo que quede uniforme el mensaje, las letras legibles y equidistantes, el contenido inequívoco, sobre el concreto. Otra forma más del extremismo que nos anticipa un futuro de confrontación inevitable.



Esta "Sexta República" no tiene memoria. Escribe mensajes en las autopistas caraqueñas, invocando unos códigos de civismo que tienen once años de edad. Nos hace creer que la palabra chavista es inherente a la palabra incorrecto, que todo partidario del Gobierno fomenta el desorden y socava la convivencia. Se olvida de que la gente maneja por el hombrillo desde que el hombrillo existe, congestionando inevitablemente la entrada del túnel de La Trinidad; de que se hacía eso mucho antes de que existiera el Chavismo, como el gesto ventajista e irracional que no es, tristemente, la excepción sino la regla.

La descalificación que se desprende del mensaje de la "Sexta República" tiene su origen en la propia descalificación oficialista. Desde el comienzo, Chávez ha hecho del desprecio la piedra angular de su discurso. El insulto ha sido el instrumento de comunicación del Gobierno más idóneo, y el anticipo a la violación sistemática de la ley que lo distingue. De ahí a que toda violación de la ley se asocie con el Gobierno, en un ejercicio de generalización equivocado: no es el irrespeto de la ley un patrón exclusivo al oficialismo y, sobre todo, no se es chavista porque se irrespete la ley.

Hemos encontrado, en la conducta más aberrante del Gobierno, la razón que justifica la respuesta más violenta. Aquéllo de nosotros que está más cerca de la reacción, del impulso. Pero nunca he pensado en mi propia conducta como el efecto de otro, y tengo como incorrecto el que aquélla no sea más que la rutina de la contestación y del rechazo. Mensajes como el de la "Sexta República" hacen aquí concesiones, y pierden así validez los principios.

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Hace unos meses leí una frase que me impresionó, y que asocio frecuentemente con cierta necesidad de nuestra sociedad que me parece cada vez más evidente: "La race humaine a peut-être besoin du bain de sang et du passage périodique dans la fosse funèbre" - "La raza humana necesita quizá del baño de sangre y del pasaje periódico por la fosa fúnebre" (Yourcenar, 1951). No quiero adelantar proyecciones fatídicas, pero cada vez que doy con mensajes como el de la "Sexta República" o escucho ciertos programas de televisión del oficialismo, no puedo evitar pensar que este país tiene que arder.

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De modo que no quiero esa "Sexta República". No le encuentro nada innovador a su mensaje. La palabra reinvención me enferma directamente.