15 de febrero de 2015

Domingo

Desde los charcos del desvelo
muerden las víboras del sueño
y sus sustancias amargas
trazan sus vigilias en el cuerpo;
y existo en el sigilo
bajo el sol muerto de este miedo
madurando en la piel de una uva seca
el vino de mi sueño extinto
sin ser capaz de un paso
de una mirada que no sea una piedra,
con palabras como cáscaras rotas
sobre nidos desiertos.
¿Qué puede quedar de esta jornada
que el sueño y el infierno se disputan?
¿Qué filo espera en el ocaso?
¿Depara otro desvelo
sus nenúfares de sal a mis heridas?